Día 3.- Domingo 13 de abril de 2.014
Amanece en Fez y subo a la azotea para divisar la medina y tomar algunas fotos.
Desayunamos en el patio central, no falta de nada, bollos, galletas, zumos, queso…
Nos ponemos en marcha sobre las 9:00 h y tenemos previsto llegar a dormir al Atlas, en la zona de Imilchil.
Salimos de Fez y comenzamos rodando hacia Ifrane y Azrou. Curiosamente, volvemos a encontrar paisajes de montaña al estilo europeo, incluso bosques de cedros habitados por monos curiosos. Esa zona es lugar de vacaciones y se ven construcciones de tipo europeo. La temperatura es suave.
A medida que atravesamos esos bosques de carreteras sinuosas, comenzamos el descenso hacia una planicie enorme, que parece no tener fin.
Vamos rumbo sur hacia Midelt, para luego continuar hacia Rich donde llenaremos gasolina y nos adentraremos en el Atlas
El verde da paso poco a poco a los arbustos, la arena y las piedras.
A eso de las 13:00 h, atravesamos un pueblo de los que tiene a un lado de la carretera los talleres de coches, y al otro lado los puestos de comida a la brasa. Nos despierta el apetito y decidimos parar a comer.
Es un lugar muy bullicioso, lleno de gente que intenta buscarse la vida vendiendo piedras o fósiles. Comemos en compañía de una cabra colgada de un gancho, jajaja, pero eso daba igual. Ya estamos en plena inmersión cultural.
Siempre que llegamos a los sitios parecemos venidos de otra galaxia, y damos un cante considerable. Imposible pasar desapercibido.
Una vez llenados nuestros estómagos continuamos rumbo sur, para deteneros en lo alto de una colina desde la que se divisa todo el terreno que hemos dejado atrás. Es espectacular.
Siempre aparece alguna persona en cuanto te paras aunque sea en medio de una carretera. En este caso, apareció una mujer con un par de críos, y al poco rato más.
Hay que seguir la ruta, así que subimos nuevamente a bordo de nuestras máquinas.
La siguiente parada será Rich, donde encontramos una gasolinera de Afriquia que tenía wifi gratuita, y empezamos a enviar mensajes a las familias y los amigos informando que todo estaba en orden.
Desde ese punto tomamos una carretera al oeste, en dirección a Imilchil, que nos llevaría por unos paisajes bonitos y diferentes a lo que estamos acostumbrados. Un río a nuestra izquierda y una pared de roca a la derecha. Lo curioso es que el río apenas tenía caudal y sin embargo existía una garganta profunda y ancha, como si tuviera grandes crecidas en forma de torrente.
Se comienzan a suceder los pueblos en los que el tiempo parece detenerse, las mujeres trabajan y cargan con bultos pesados y muchos de los hombres dormitan tirados en el suelo apoyados contra una pared en posturas inverosímiles.
Vemos furgonetas con gente en el techo, en una baca a modo de jaula, camiones de paja cargados hasta arriba. Todo muy auténtico.
Algunas de ellas lavan las pesadas alfombras en el propio río.
En ocasiones la carretera desaparece y se convierte en una pista de arena, y vuelve a aparecer estrecha y llega de piedras. Se agradece el conducir una moto trail con ruedas de tacos. Aunque todavía no hayamos pisado pistas.
Vamos subiendo en altitud, la vegetación ha desaparecido casi por completo salvo en el cauce del río, y la temperatura es agradable. Va atardeciendo y nos acercamos al cruce de Imilchil – Agoudal.
No tenemos alojamiento, nos han hablado de algún sitio por la zona pero nos dejamos aconsejar por unos chavales que aparecen de la nada junto al cartel de señalización de la carretera.
Tomamos unas fotos y grabamos un video con ellos, nos demandan una propina y luego marchamos hacia Agoudal.
Efectivamente allí está el albergue de Ibrahim, un tipo simpático que regenta el lugar y que se defiende chapurreando en varias lenguas. Justo en ese momento aparecen una pareja de moteros en su GS1200, chico y chica, Helena y Joan que vienen desde Madrid aunque nacidos en Alicante.
Negociamos el precio para seis personas, no es caro para el punto de vista de un occidental pero claramente ventajoso para la economía del lugar. 1000 Dh las tres habitaciones dobles. Todo bien, buen rollo. Pasamos las motos al interior del recinto, construido en adobe y con techos de entramado de madera, compuesto por un patio alrededor del cual se encuentran habitaciones como si de caballerizas se tratara.
Tiene ducha con agua caliente y unos jergones suficientes para nosotros.
El dueño es muy hospitalario y servicial, nos ofrece té de menta con mucha azúcar, unos refrescos incluso unos porritos si llega el caso.
Allí no hay mucho más que hacer que compartir conversación con nuestros nuevos amigos y cenar, quedando sorprendidos por el impresionante cus-cus cocinado a propósito para nosotros.
También llegan un poco más tarde una pareja de Málaga en coche con los padres, unos tíos muy majos que nos ayudan a solucionar un problema con la cartografía en el Garmin de Isaac.
Perfecto, ya no sé ni qué hora es, y nos vamos a dormir. A dormir, y a pasar frío porque menuda rasca hizo esa noche allí arriba.
